jueves, 15 de noviembre de 2012

Bahar Dar: Tis Abay


A una hora de bus por un camino polvoriento están las pretendidas fuentes del Nilo, un mito que ha perdido su antigua grandiosidad por pragmatismo: una central eléctrica se apropia del agua y deja sólo el 10% para una catarata exigua pero aún vistosa. De todos modos el camino hasta ella es sólo una excusa para conocer el mundo rural y sus mercados. 


Normalmente evito los guías, pero ese chaval de 13 años era interesante por sí mismo, simpático, dinámico y con voluntad y poder de convicción, quiere llegar muy alto, a presidente del gobierno me dice. Estoy seguro que ya gana más que su padre campesino. No lo necesitaba para llegar a las fuentes del Nilo, pero sí para desmenuzar la realidad paralela al decorado turístico. Él me guió en el mercado de su pueblo, y aprendí a reconocer los cereales y los productos locales como el minúsculo teff, la sorprendente miel, la cerveza de mijo ahumada o la mantequilla intensamente animal, todo tan cerca aún de la naturaleza que sus olores y sabores eran casi sexuales.


Como recuerdo local me llevé puestas un par de pulgas a las que alimentaré durante el resto del viaje. Más de 50 molestas picaduras que recuerdo como lo peor de mi viaje.

1 comentario:

  1. Las pulgas, Pedro! También el peor recuerdo de mi viaje. Ni enjabonándose tres veces se iban.

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