miércoles, 24 de octubre de 2012

Castaños de Sadernes (Olot)



En otoño busco hayas por el espectáculo cambiante y gratuito antes de la desnudez del invierno. Fui a la Garrotxa para verlas y de paso llegar a la cima del Bassegoda. El camino me llevó a un castañar, y ahí se detuvo mi excursión.

Las hayas se vanaglorian de un carácter altivo y disciplinado, de un rigor matemático, su bosque es un ejército de supervivientes que se apodera del terreno y de la luz, creando una atmósfera de penumbra acuosa y una tupida alfombra rojiza en el suelo. Allí dentro ellas marcan las reglas y el paseante es un invitado que debe guardar la etiqueta, su robustez rechaza la cercanía.

Sin embargo los castaños tienen un porte más familiar y doméstico, su bosque es menos tortuoso y cerrado, sus hojas y ramas tienen cierta languidez tropical y dejan pasar la luz con generosidad. Por el suelo, como si fuera un bautizo, el castaño desparrama sus frutos envueltos en erizos que se abren como flores para dejar salir las orondas castañas. Esos erizos fueron un objeto de diseño fascinante con el que imaginar.

Ni las hayas ni las cumbres tenían ya importancia, estaba ensimismado con ese bosque. Al permanecer allí en silencio aparecieron nuevas calidades: los golpeteos de los animales sobre los árboles, el murmullo de las hojas rozándose, la llegada de una racha de viento, el súbito crujido e impacto de una castaña cayendo al suelo, el cambio sutil de las luces y sombras.

Una experiencia mucho más profunda que el constante caminar. A veces parar no es tan malo, los objetivos como el Bassegoda siempre estarán ahí, el tiempo no.

viernes, 19 de octubre de 2012

Ángel Ferrant y Giovanni Anselmo: lo ínfimo y lo infinito



Hubo un tiempo en el que lo grande y espectacular era lo importante, no lo mucho que nos ensanchara la conciencia o la imaginación, y así lo faraónico acababa enterrando la idea. Disponer de enormes recursos y de una imaginación estrecha fueron símbolos de prosperidad.

En las exposiciones actuales del Caixafórum Barcelona hay dos piezas que niegan el anterior paradigma. Cada una tiene su estilo y evocaciones propias, pero ambas comparten el gusto por lo pequeño, y las dos se expanden invisibles en el espacio y los cerebros, ambas están mágicamente conectadas a distancia. No puedo evitar relacionarlas con este momento, crisis parece equivaler a menos recursos y más imaginación expandiéndose.

sábado, 13 de octubre de 2012

Hoces del Duratón


Entre páramos desnudos aparece sin avisar este humedal escondido en una grieta verde. Lo visitamos desde arriba, en la frontera donde el contraste es más evidente. Allí los buitres planean o descansan sobre los acantilados y bandadas de pequeños pájaros sobrevuelan las copas de los árboles mientras que las rapaces permanecen al acecho.  

Para obtener otra perspectiva bajamos a la grieta frondosa e intentar entender este espacio desde dentro. La variedad vegetal no era muy grande, álamos principalmente, bojes y sabinas pero no dejaba de sorprender tanto verde y agua en una tierra tan seca.

La excursión acabó en Sepúlveda, desparramada sobre una loma y ocupada por iglesias menos concurridas que los mesones y asadores del lugar, abarrotados de familias.