miércoles, 14 de noviembre de 2012

Bahar Dar: Lago Tana



El lago Tana es dulce y misterioso, de agua color miel y de orillas boscosas rodeadas de bruma, frecuentadas al atardecer por pájaros sorprendentes y  jóvenes con futuro incierto. Escondidas entre su vegetación hay diseminadas antiguas iglesias y monasterios ortodoxos que parecen renunciar a saber del mundo excepto por querer cobrar una abusiva entrada. 

Las iglesias etíopes son ceremoniosas sin necesidad del protagonismo de las occidentales, prefieren rodearse de muros concéntricos y de árboles, quizás buscando su magia, protección e intimidad, renunciando a perspectivas monumentales. Me chocó la variedad de formas de los templos, mi favorita es la que se adapta a la arquitectura circular tradicional, como una acogedora choza. En el interior viejos dibujos y pinturas de estilo sencillo pero de gran intensidad, delicadeza y profundidad narran las vidas de santos y mártires.

El bosque de la península de Zege es uno de los más frondosos del lago, pero no tan salvaje como puede parecer, de los árboles cuelgan panales y entre el follaje se esconden casas y cercas para animales. Del bosque también surgen sus habitantes, niños uniformados que vienen del colegio queriendo practicar inglés o humildes lugareños que aparecen de entre las ramas, saludan ceremoniosos y se adentran de nuevo en ellas. La magia del lugar parece pervivir en sus habitantes.


Esta visita fue también un momento de encuentros. Un afable monje me preocupó al proclamar en una amable conversación que "los cristianos tenemos el poder del mundo", reflejando tensiones sociales no evidentes. Un turista etíope me preguntó por España y yo sin pensarlo le arengué con el clásico discurso lastimero de la crisis y el paro. Cuando acabé el etíope reflexionó un momento y me dijo "pues no es tan mala la situación en tu país, no?". Evidentemente todo es cuestión de perspectiva. 


Aquí también conocí a los que serán mis compañeros de viaje en Etiopía. Casi sin quererlo coincidimos tantas veces y tan bien que acabamos siendo un buen equipo. Me enriquecieron, me reflejaron y también me acercaron de otro modo a Etiopía. Evidentemente mi viaje fue otro, felizmente diferente al que habría hecho solo.

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