martes, 13 de noviembre de 2012

Addis - Bahar Dar


Las fuentes del Nilo no son tan inaccesibles como antes, sólo hacen falta 10 horas de cómodo bus recorriendo montañas y páramos. Esta ruta está sobrevalorada, el cañón del Nilo blanco no es tan espectacular como dicen y los paisajes verdes y dorados desmienten la idea de un país desértico y estéril. Tampoco encontré los clásicos paisajes, sólo reconocía África en los enormes árboles que se erguían solitarios y ceremoniosos, y en las mujeres (siempre mujeres) dobladas por el peso de bidones de agua y fardos de leña.


El autobús se deslizaba por una impecable carretera que poco tenía que ver con un país tan pobre. Los pastores miraban fijamente al autobús, como si fuera un ser mitológico.  En las paradas nuestra presencia interfería en la tranquila vida del pueblo con promesas de dinero fácil. Algún joven atrevido intentaba entablar conversación en inglés, y los niños se acercaban llenos de miedo y moscas. Algunos se conformaban cogerme de la mano.


Al llegar a Bahar Dar una corte de jóvenes guías te acompañan sonrientes e inagotables por las calles ofreciéndote siempre lo mismo hasta que eliges habitación. Superado este rito de bienvenida, la ciudad me saluda tranquila y fácil a pesar de ser tan turística, quizás por la dulzura y misterio de su lago, lleno de monasterios y pájaros inverosímiles.

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