sábado, 19 de junio de 2010

Sónar 2010

El Sónar es una concentración de exclusivismo basado en hedonismo adolescente, pretendida actitud relajada y rabiosa vanguardia (música "avanzada" implica que haya otra "atrasada"). Es la oferta de un edén de sensaciones que proporcionará una importante rentabilidad social: el sonarista se unge en su entorno cotidiano con un halo de glamour, belleza y misterio, se convierte en un ser del futuro, fluido y bello. Poderoso. Vibración y masa.


A pesar de tanto espíritu vanguardista, la esencia del Sónar es muy vieja: el espíritu maquillado del circo, el artíficio compartido, provocar un estado de ánimo imaginativo y lejano de la realidad, un espacio flotante cargado de magia y energías invisibles donde se congrega un público dispuesto a creer. A creer que se puede vibrar, volar, dominar la naturaleza o ser poseído por ella, a creer en seres fantásticos y extraordinarios, en la magia y en lo incomprensible que nos rodea y que escapa a lo racional y cotidiano, donde reina la emoción, la magia, lo imaginario, lo irreal, casi religioso. La eucaristía multitudinaria del sonido hedonista. Guarda coherencia que una de sus sedes sean dos museos, lugares de artificio prestigiosos y elitistas.


La trascendencia, sin embargo, desaparece por el culto al instante, lo no permanente, la filosofía zapping y videoclip, el gozo engañoso de ser y estar, basado en estatus. Pretende ser un espacio de absoluta libertad, de alas postizas, polvos de purpurina en la cara, chanclas, gafas y sombreros. Y a la vez un espacio de un fetichismo elitista: las cintas de entrada y los pases Vip ostentosamente mostrados.


Como en cualquier otra feria de predicadores y fenómenos paranormales, el acceso a lo maravilloso y casi milagroso es exclusivo, comercializado, y supone cierto secretismo con respecto al exterior, el lugar de la ceremonia es un espacio físico cerrado y bien delimitado. Desde fuera apenas se entiende lo que ocurre allí dentro, es un entorno vendido como maravilloso fuera del mundo común.


En esta feria pude ver un haz de luz mágico elevándose hacia el cielo (Ryoji Ikeda), vibrando, ví un rayo saltando acompasado frente a mí (Burton y Roy), luchas de muñecos, bocas que sonreían al acercarme, pianos al ritmo de baterías feroces (Aufgang), sentí sonidos golpeando mi estómago y subiendo a mi pecho (King Midas Sound), vibraciones que erizaron mi piel (Dizz1), espacios cerrados llenos de energía intensa e intimidades frágiles al mediodía (BFlecha).


Según el Sónar, la utopía que venden es hedonista, cerrada, exclusiva, creando un flujo de fuera a dentro.

Yo prefiero soñar otra utopía gratuita, un Sónar epicúreo, abierto, inclusivo, fomentando el flujo de dentro a fuera.


Un consejo: si algún día asistes a esta ceremonia, llévate tapones para los oídos.



Flamenco Cajamadrid 2010

Talegón de Córdoba.

Voz seca de carácter cordobés, cante contradictorio, a veces demasiado poderoso, a veces florido sin necesidad. Lo más importante fue la experiencia de este testigo de otras épocas, una enciclopedia andante de la juerga. Fue una clase magistral camuflada de concierto, que entre canciones daba pistas de un pasado que sin ser aún historia, ya desaparece bajo el brillo de la Barcelona prediseñada: el Pescaílla, genio y motor en la sombra, Antonia la Singla, bailaora sordomuda de Sabadell (sordomuda y bailaora!), el Cabaret Emporio, las pensiones de la Calle Unión, Miguel de los Reyes y Bambino, el mecenas Alberto Puig, El Picoco, la Macarena, el Villarrosas. Nostalgia y calor.