domingo, 1 de diciembre de 2013

Patricia Albajar ha muerto


La vida es pura injusticia. Creemos entender sus normas, y desde ellas construimos un orden que sólo sirve para tranquilizarnos desde la mentira. Porque el agujero negro del caos y la injusticia sigue ahí, rodeándonos, tan pancho. Sólo queda fingir que creemos en nuestra mentira y simular que nada pasa.

Patricia Albajar ha muerto. Imagino a la muerte sorprendida frente a esa mujer extraordinaria, para bien y para mal. Intensa, de facciones excesivas, de ropa excesiva, de arte excesivo. De sinceridad e inteligencia también radicales, de chispas luminosas, a veces insoportables.

Patricia haciendo equilibrios en la cuerda que une la luz con el lado oscuro, percibiendo la psicodelia de la vida sin doparse, y queriendo agarrarla. Pintó, litografió, grabó, dibujó, viajó, enseñó aquí y allá, amó y odió a los que valía la pena amar y odiar, estudió siempre curiosa, se arriesgó sin acomodarse nunca.

Patricia imparable, un salmón nadando a contracorriente fuera del agua, un guepardo inalcanzable con las uñas pintadas, un delfín juguetón con dientes de tiburón. Murió luchando y saboreando la vida hasta el último minuto.

Murió a los 45 años, injustamente, como muchas otras muertes. Repito murió, porque no me lo creo, aún con la amargura en la boca, sin poder tragármela. Murió dejándome huérfano y con la sensación de haberme quitado una de las joyas que me ha dado esta injusta vida.