domingo, 22 de julio de 2012

Economía: Picasso



Me gusta equilibrar experiencias, así que tras la frivolidad de la playa entré en esta exposición sin saber bien dónde me metía. El burocrático pasillo marrón terminó siendo un trayecto excéntrico cada vez más denso, lleno de tramoyistas del arte y de joyitas tan raras como el cuento de la joven Oro Molido, los dibujos de Max Aub, una falsificación de Elmyr d'Ory o las pesetas de de las FAZ. 

Más que un texto, esta exposición es un compendio de citas a pie de página, una fuente de referencias perdidas, una enorme pelota de cabos sueltos esperando ser desliados, una mirada sorprendida y esquizofrénica sobre el arte y la cultura del siglo XX, un cuchillo que corta sesgado el músculo del arte, ¿o tal vez el de la mano que mueve el arte? 

miércoles, 18 de julio de 2012

Pedraforca


Hoy necesitaba un capricho y elegir subir a este enorme totem tribal, una montaña magnética y cercana que hechiza, como esas barrocas copas de helado que se llevan tras de sí todas las miradas. 

Esta señora rodeada de un armiño de pinos negros es una auténtica diva, sobria y digna, tan potente que apenas necesita hacer nada, tan sólo estar arropada por su frondosa manta vegetal con recovecos y humedales. La vegetación es principalmente boj y pino que se vuelven puros supervivientes a altas cotas, de troncos musculosos y retorcidos, con hojas escasas y defensivas. Su piedra blanca deslumbra y texturiza sus grietas, su roca caliza es agradecida y fácil de agarrar. No es difícil coronarla, no hace falta ayuda técnica, pero sí preparación, tiempo y paciencia. Un placer coronar su cumbre bífida que una vez alcanzada o parece tan afilada.

En los alrededores se encuentran muchas ermitas, mi favorita es Santa María de Queralt. Su virgen es pequeña y accesible, hermosa y rodeada de animales (un perro y un petirrojo). Su hijo heredó su buen rollo y salió intelectual sin ser aún pedante. Y su iglesia es como una hermosa masía luminosa que mira hacia Montserrat. 

lunes, 9 de julio de 2012

Laila Tafur en Dies de Dansa



El sábado noche Dies de Dansa estaba dedicado al flamenco. Laila Tafur fue quien más me dió que pensar, ya la había visto hacía poco, y destacaba entre todos los bailaores por lo diferente de sus moviemientos, ella seguía siendo bailarina, a contracorriente. Sus gestos contemporáneos encajan como por magia en el compás, el encuentro de su cuerpo y de la música parece pura coincidencia, un Esperando a Godot que funciona. Verla bailar provoca sensación de estupor, de cuerda floja, de improvisación, de provisionalidad, recordaba en gestos a Israel Galván, pero mucho más desapegada. Era casi una broma que acababa en reflexión.

Sus formas son dulces y abiertas, contrapuestas a la inicial tosquedad y rigidez del flamenco, sus movimientos son suaves y fluidos, en disonancia con el ritmo seco, sincopado y rotundo del flamenco. La corporalidad dolorosa del flamenco no encontraba hueco en la ensoñación de sus movimientos, que recuerdan al mimo. El baile de Laila es una nube vaporizada mientras que el flamenco es un mar condensado, las energías de Laila son centrífugas, mientras que las del flamenco son centrípetas. Si el flamenco es la boca chica del embudo, Laila es la parte abierta. Cómo casar todo esto? Pues con magia o alguna especie de alquimia que permite unir contrarios, de algún modo las raíces de su baile y de la música flamenca se entrelazan. 

domingo, 8 de julio de 2012

Dies de Dansa 2012




Este festival anual es un motivo de excitación y curiosidad, su calidad cada año es cada vez más impresionante, una sobredosis de placer gratuito. Me sobrecogió el ritmo espasmódico de la Compañía Lachky, la maquinalidad y sensualidad manierista de Itamar Serussi, el humor y desamor de Bazin/Antelo, la compenetración expresiva de Yadi/Cantillon, la ironía acrobática de IETO, la sensualidad tenebrosa de Kaiori Ito, la energía imaginativa y cercana de Sol Picó y como siempre el surrealismo doloroso de Israel Galván. Demasiada generosidad a la que no se sabe cómo corresponder, gracias por compartir esa belleza y por creer en las utopías.

domingo, 1 de julio de 2012

Estocolmo



Su equilibrio y su sentido lineal de la perspectiva son sorprendentes, y también su sensación de calma y orden suave, todo está en su sitio. La ciudad es acogedora y a la vez distante, de casas de color pastel, iglesias puntiagudas e instituciones respetadas. Su urbanismo es limpio y frío, sin árboles en sus calles, con tráfico fluído y pacífico, sin indigentes, con inmensos y frondosos parques, sin alféizares exteriores en sus ventanas, con bares y terrazas llenas de bellezas inmaculadas. Todo esto fomenta el mito nórdico, pero parece funcionar tan bien y solitario que se añora algo, quizás el calor de la imperfección humana. No tengo claro si Estocolmo es una ciudad bonita o simplemente demasiado correcta.

Hurgué en los museos buscando cercanía y resultaron una prolongación de la ciudad. El Moderna Museet es más burocrático y homogéneo de lo que se podría esperar, un frigorífico que mantiene la sensación de vida, sin darse cuenta de que la está congelando. Por contra, el National Museum aplica una fórmula más dinámica a sus fondos con exposiciones monográficas donde se confrontan obras diferentes con un nexo común, estas obras, a pesar de no tener libertad formal, laten con una textura tan rica que sobrepasan el margen de lo visible y saltan a lo intangible, justo lo contrario de lo que sentí con las obras contemporáneas del Moderna Museet. Quizás la libertad creativa esté sobrevalorada.

En medio de tanta fría mesura sentí calambrazos intensos de calidez gracias a dos viejos amigos que siempre me esperan, agazapados: un Greco espigado y vibrante como una tomatera en verano, humildemente apoyado sobre una esquina, y toda una sala con obras de Rembrandt, la pincelada untuosa y las miradas enigmáticas de sus cuadros emanando una intensidad cotidiana que transforma su entorno. Pura humanidad transmutada. De los pintores locales tan sólo Anders Zorn me llenó los ojos. De los calambrazos, lo peor es que uno debe acostumbrarse a no recibirlos y dar por aceptable la anestesia apagada habitual.