domingo, 28 de agosto de 2011

Bilbao


Una ciudad en fiestas se deforma hasta la autocaricatura, resultado de reafirmarse testarudamente hasta la madrugada durante varios días. Una ocasión perfecta para intentar entender cómo se perciben a sí mismos los locales.

Sin pretenderlo me encontré un Bilbao bullicioso dentro de su sobriedad, cercano pero sin pasarse, exquisitamente gastronómico y etílico, siempre determinado y lloviznero, todos sin paraguas, y yo fuera de lugar por necesitarlo. De todas las manifestaciones locales me quedo sin dudar con la txalaparta, seria y frenética, capaz de competir en emoción con un stradivarius.

El Guggenheim sigue teniendo una capacidad ilimitada de protagonismo. Su titanio da el color justo a la ciudad, y sus formas, ya asimiladas en los ciudadanos, fluyen sin sorpresa por la ría. El atrio me devuelve a una infancia en la que estaba permitido mirar bajo las faldas de las mujeres.

Emoción extraña pasear entre las esculturas de Serra, sensualidad sobria y capacidad de extraviarnos dentro de nosotros. Las exposiciones temporales están entre la tradición y la modernidad, entre el marco de volutas y las chinchetas, sin llegar a decidirse.

lunes, 15 de agosto de 2011

Feria de Málaga


Semitropical, hedonista, fácil, decimonónica,
Málaga se exhibe en feria desbordada y humilde.
Comer, beber, reír y bailar rodeados de fucsia.
Los horarios se pervierten sin resistencia, doblegados a la diversión.
Las calles sudorosas, las sonrisas, la piel bronceada y exhibicionista,
las aceras pegajosas del Cartojal derramado, los verdiales frenéticos.
Todo fuera contrasta con los museos frescos, vacíos y caros.