sábado, 22 de diciembre de 2012

La isla del tesoro: Arte británico



Albión es buena en los negocios, pero no en la pintura, demasiado pragmática y encorsetada, no es extraño que los grandes fogonazos de esplendor en esta exposición de la Fundación March no sean británicos. De estas obras estáticas, sedosas pero algo insulsas se escabulle la pintura sublime de Francis Bacon, Blake o el último Turner, y las tibias excepciones de Lawrence, Sargent y sobre todo Whistler y Freud, lejos de esa pose, rozando el escalofrío.

Si renunciamos a la estética y la mística, la pintura británica es un fascinante reflejo de su sociedad, los amplios escotes de piel lechosa, los encajes almidonados, el terciopelo y la seda rozando el brillo de vasijas orientales, sueños californianos detenidos en piscinas solitarias.

Al final acabé jugando con la vegetación que saltaba de cuadro en cuadro por toda la exposición, del bosque ventoso de Constable a la granada prerrafaelita, del solemne roble de la Exposición Universal a la vaporosa arboleda tras Lytton Strachey.

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