domingo, 16 de diciembre de 2012

50 años



Las Bodas de oro me parecían celebraciones pírricas con olor a naftalina, pero mi madre quería festejarlo, así que me resigné y los hijos empezamos a preparar la celebración, aceptando esa nueva obligación familiar.

Para reconstruir su historia rebusqué con desgana en álbumes familiares y poco a poco esas fotos acartonadas actuaron como bombas de relojería que acabaron esponjándome el pecho. Las imágenes se iban conectando entre sí, me iban relatando una vida estruendosa y feliz, exprimida día a día a base de risas y conflictos. Mi distancia era una prótesis inútil, yo también formaba parte de esa historia compartida que creció milagrosamente entre cariño y coplas, entre tensiones y secretos. Con toda la densidad de sus vidas en mis manos entendí la fuerza creadora que la familia lleva dentro, y que en el fondo hay más amor que frustración, más esfuerzo que abandono, más entrega que egoísmo, aunque nunca parecía suficiente.

Al final me sorprendí preparando su aniversario con la ilusión de padres en día de reyes. Y cincuenta años después volvieron a salir agarrados del brazo, felices y arropados por unos hijos que celebraban que llegaran a conocerse y que lucharan por seguir juntos. No quedaba mucho rastro de la pasión y no les hacía falta, ya tuvieron bastante, ahora tenían la copa rebosante de cariño destilado durante toda una vida y el placer de ver el futuro de sus hijos. Más de lo que yo quizás podré esperar del futuro.

2 comentarios:

  1. Madrid 16-12-2012
    Ya es 17 de diciembre, pues son las 2:28 de la noche y ni papa ni yo podemos dormir. ¡Maravilloso! más no se puede pedir. Y de postre al Ritz! ¿Qué os digo? Con todas las alabanzas no tendría suficiente. Me cuesta dormir y eso que me he puesto gotas de más, pero nada, ahora me he preparado una tila, ya veremos. Tengo que sacar esta emoción, alegría, agradecimiento... deciros que ¡os quiero!
    Como no duermo ando recogiendo cosas y veo lo que habéis tenido que pensar, que habéis tenido que hacer y prepararlo y pautarlo. Mi alacena de la autoestima no estaba muy llena, pero... ¡hijos míos, ya está repleta! Qué más alegría para una madre que sus tres hijos la mimen y la quieran.

    Yo vuestra madre

    Pd: ya son las 3 de la madrugada y la emocion me embarga, no puedo dormir.

    ResponderEliminar
  2. 6 de marzo de 2013

    Que sorpresa, rebuscando en el baul de mis faboritos, tropiezo con una olvidada direccion,-es de un muy querido amigo-, comienzo a escarbar y me encuentro este entrañable comentario sobre tus padres. Somos duros, somos rocas y somos flores, pero tambien somos sensibles a las caricias de una madre.
    Un abrazo

    ResponderEliminar