sábado, 8 de diciembre de 2012

Etiopía contemporánea



No fue difícil descorrer la cortina del prejuicio para ver la Etiopía real, muy pobre pero también muy viva y contemporánea. Muchas partes del país son verdes, y la mayoría de los jóvenes hablan inglés y tienen email.

Una vez desmontados los tópicos, podemos continuar por apartar nuestra cortina de orgullo y reconocer que ellos, pobres y abisinios, pueden ser un ejemplo en la actualidad, como es la costumbre de comer menú vegetariano frecuentemente, cultivar huertos urbanos en algunos jardines públicos, construir con materiales locales naturales o la educación obligatoria en inglés para todos.

Lo que me preocupó no fue su pobreza material, sino su nacionalismo ubicuo, aferrados a la voluble idea de patria, quizás atrincherados en ella para defenderse de otras identidades altivas, pero la nación que pretende salvarles es la misma que me marca como “faranji”. Es contradictorio estar condenado a ser siempre extranjero en una tierra tan acogedora.

Todos los etíopes me preguntaron por su propio país, necesitaban confirmar que su tierra no era tan mala, y que un occidental lo ratificara. África no cree en sí misma, presa de nuestra mirada occidental, por eso Obama es un icono omnipresente que les da esperanza y dignidad, pero ese cambio es un atajo tramposo porque el reconocimiento necesita surgir de ellos mismos.


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