sábado, 1 de diciembre de 2012

Addis Abeba II



Addis me recibió a la vuelta como una vieja conocida, luminosa, cotidiana y llena aún de secretos por compartir. Ahora captaba mejor su carácter y el reflejo de sus provincias. El poder también es más visible en la capital, la savia del dinero refugiada en edificios acristalados, la fuerza esclerotizada de los ministerios, la jerarquía eclesiástica reafirmada en su permanente presencia.

Los últimos días acaban con compras y museos, restaurantes caros y eventos culturales de expatriados. Las tiendas de recuerdos absorben al visitante, ensimismado en sus sueños de exotismo y oculto expolio. El Museo Etnológico fascina tanto por su contenido como por el continente, el antiguo palacio del enigmático Haile Selassie. Aún pareciendo buen tipo siempre desconfié de la pompa que le rodea, anacrónica y fuera de lugar.

La calle sigue siendo el lugar donde realmente ocurren cosas, viejos mendigos con el infortunio marcado en su piel, mujeres de caras tatuadas, dos ciegos andando muy juntos, refugiados el uno en el otro, una cabra disfrazada de león, dos chavales con camisetas del Real Madrid y el Barça abrazados. Quizás yo también soy etíope sin saberlo.

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