miércoles, 19 de diciembre de 2012

Israel Galván: Lo real



Siempre bailaba su incomprensión en soledad, su cuerpo era el único sacrificado. Era arriesgado expandir tanta complejidad y extravío a otras dos bailaoras, verle desdoblado, compartir su autismo extraño, seducirlas con taconeo de tren hacia el abismo, retorcer sus cuerpos, gritar con ellos, electrocutarlos. El flamenco no es el fin, sino el mejor medio de que dispone para hablarnos de lo innombrable.

Convirtió el escenario en taller, una sala de ensayos llena de perplejidad, un vientre abierto al público por donde Israel paseaba o se escondía, siempre atento, siempre bien acompañado por bailaoras, músicos, cantaores, palmeros y Pedro G. Romero, capa sobre capa, notas fractales a pie de página. Una vez no fue suficiente, demasiada emoción incomprensible. La segunda me dejó tiempo para lo superfluo, para desmigar y entender.

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