martes, 23 de noviembre de 2010

Valle de Cocora

Excursión por torrentes, vadeando ríos, sorteando barro y alucinando con los colibrís. El paisaje es espectral y cambiante por la niebla que rodea sus enormes palmeras fantasmales. El verde eléctrico y vibrante de la hierba aumenta la sensación de irrealidad.

Me ha acompañado Patrick, viajero irlandés alto y desgarbado, lleno de historias divertidas y rabia por sus políticos. El campesino Ómar nos recibió en el porche de su granja con un chocolate caliente y queso, y me contó sus experiencias en Cataluña. Su hija sigue allí, él no soportó tanta soledad. De vuelta al pueblo más viajeros que encontramos en la excursión compartimos comida y experiencias. Yo era quien viajaba menos tiempo. "Algo estás haciendo mal", dijeron.
Al atardecer un hábil domador de caballos hacía filigranas sobre un brioso potro negro. Le llevó cinco meses dominarlo. Ojalá fuera tan fácil dominar otras naturalezas personales. Acabé en el Bar Danubio, todo hombres, una barra, billares y jugadores de cartas que susurraban rancheras de amor. Baladas como único modo de acercarse a las mujeres, o quizás para alejarse de ellas.

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