lunes, 22 de noviembre de 2010

Cali

Cali por el día es un poco menos amenazante que de noche y mucho más orgánica. Buscando iglesias acabé en un mercado con frutas, menaje, zapatos, adornos de navidad y sanadores. Entre hierbas, pócimas y cabezas jíbaras reducidas estaba la señora Salvadora, quien me conjuró collares para traer buen fario con líquidos de plantas, gestos rituales y su propio aliento. Las iglesias, donde seguían insistiendo en la obediencia, la sumisión y el pecado de estar vivos, me parecieron menos vivas.

Salí pronto de Cali para Armenia y de allí a Salento, un lugar turístico de montaña atestado de turistas locales de fin de semana. En la plaza de este pueblo he cenado trucha y patacón, frente a un guarda de seguridad con un parche en el ojo, polillas brillantes y cocineras cantando rancheras.

Estoy fascinado por la vida y costumbres de las pulgas. No entiendo cómo la que se ha encaprichado de mí es capaz de seguirme en mi frenético viaje, ni sus horarios alimenticios. Inevitable sentirme identificado con las tallas de cristos caídos y carcomidos de las iglesias coloniales.

1 comentario:

  1. jajáaaa! Yo tampoco entiendo cómo esa pulga es capaz de seguirte en tu frenético viaje... Estará fosfatina... Ella sí que parecerá un cristo!!!
    ;)

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