domingo, 3 de junio de 2012

El Niño de Elche en El Dorado

Buscamos revivir el sueño mítico, albergamos esperanzas de redención que a veces nunca llegan y sólo podemos dejarnos llevar por la corriente fría de los imprevistos, soltar las manos que se aferran y confiar en la oscuridad. Se requiere valentía para renunciar a la futilidad de lo evidente y enfrentarse a la certeza de lo desconocido e inexplicable, para dar el salto de fe. Las decisiones más irracionales a veces son las más sensatas, porque no se trata de huir de la irracionalidad, sino de enhebrarse a su brazo y aprender a fluir con ella, porque si no la vida es una masa blanda e insostenible de tan coherente.

"El loop del lumpen proletariado" de El Niño de Elche con textos de Pedro G. Romero fue una performance estrábica donde no hay que entender, sino fluir, diluyendo los recuerdos y preparándonos para el tránsito a lo desconocido. Un joven cantaor de viejos dolores, pausado y cercano, haciendo canastas con la política, la ética y la estética. Compota de guindilla parda sobre una rebanada gorda de pan, aceite de ricino perfumando copas de cristal tallado. La voz antigua del Niño de Elche me removió de arriba abajo en un momento de irrealidad (o de mayor realidad) en el que yo me sentía más que nunca la tensa frontera entre pasado y presente. Dejarme llevar por la corriente.

La sabiduría musical inexplicable de el Niño de Elche junto a la colaboración del inagotable Pedro G. Romero cuestionaron valientemente y dieron luz hablando de aprendizaje y responsabilidad común, sin vallas de autorías. Aplaudimos tanto que el cantaor nos regaló generosamente una canción cargada con postas de lirismo. No me creía una canción protesta desde Paco Ibáñez en el Olympia, aún es posible emocionar sin cambiar apenas nada, tan sólo "ser lo mucho o lo poco que seas" (J.L. Sampedro). Este Niño sabio me azuzó la jauría de las esperanzas, aunque la redención tarde en llegar. 

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