lunes, 25 de junio de 2012

Kebnekaise


Barcelona-Estocolmo-Kiruna-Nikkaluotka en 24 horas. Salgo del autobús con el cuerpo vibrando por la fragilidad de lo desconocido, calzo mis botas hacia los picos que brillan al fondo y me lanzo a andar por un valle típicamente glaciar, largo y redondeado. Aquí aún es el inicio de la primavera y la vegetación, chaparra y retorcida, tiene el brillo y verdor de los brotes nuevos. Me cruzo con renos pastando, oigo el agua brotar por todos lados con prisa por descongelarse, disfruto de las rocas gneiss y del suelo mullido por plantas que aguantaron el hielo, la tierra negra, quemada de tanto frío. El paisaje es inquietante, suave y árido, o quizás lo son mis pensamientos en soledad.


Al final del valle está el lujoso Refugio Kebnekaise, con su salón de descanso con sofás, su buen restaurante, wifi, televisión, sauna e incluso una sala de secado para la ropa! Estrené la sauna con vistas a las montañas, agradable compartir el calor envolvente, la desnudez, el olor a madera, el crepitar de las rocas incandescentes, sentirme cercano a esta cultura y a la vez tan diferente, siempre extranjero. Tras la cena fui al salón, la gente es tan amable como distante, todos parapetados en sus libros o smartphones. Al menos las instalaciones son acogedoras. Mi noche de San Juan viendo el sol jugar al escondite entre montañas. El sol no rige los horarios, ya que siempre está disponible, sólo el cansancio empuja a dormir, porque al día siguiente me espera un reto, el pico más alto de Suecia.


La subida al Kebnekaise tiene algo de ritual en Suecia, allí van montañeros, parejas y familias con sus hijos. El trayecto no es difícil pero sí duro y largo, y tampoco ayudó que hubiera nieve en buena parte del recorrido. Desde su pico siempre blanco las vistas son sobrecogedoras sobre un territorio que no comparte el carácter sueco, accidentado, puntiagudo, árido. Este afilado laberinto blanco y negro se expande por la frontera con Noruega. La vuelta se hace mucho más confiada sabiendo que no se hará de noche, la única prisa es llegar a tiempo para la sauna.


Al día siguiente tuve que cambiar de planes. Aunque Thor, el dios del rayo, me ha protegido con buen tiempo, no pude recorrer el Kungsleden, aún había nieve, desprendimientos y aludes en su sendero. Una excusa para volver.


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