martes, 26 de junio de 2012

Kiruna


Este pueblo minero yace sobre un enorme agujero tallado por la mina de hierro más grande del mundo. Kiruna parece el pueblo ideal, ordenado, espacioso y con servicios sociales, pero en la luminosa noche la soledad se expande un silencio sólo roto por el murmullo de la mina, las calles son un desierto de casas de colores apenas habitadas. Estilo nórdico, coches de gama alta, vegetación frondosa, una iglesia cubierta de escamas y al fondo la mina vigilando la ciudad desde sus terrazas, sacando con un zumbido permanente la savia mineral que transportan trenes kilométricos.


Compro en un supermercado triste transitado por seres marginales, apenas productos frescos, y muchas raciones unipersonales. El Hostel está en un sótano sin ventanas, lleno de personajes rudos y silenciosos, o quizás lo eran porque yo lo era. Para quitarme esa desazón salí a pasear por calles solitarias. Nadie. De golpe, como una aparición un señor con un perro pasó al fondo de una calle. Ambiente de película de terror postnuclear en un día sin fin. El agujero de Kiruna no parece estar bajo tierra, sino dentro de sus habitantes.

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