viernes, 9 de diciembre de 2011

Un dios salvaje: delito y espectáculo

No hace falta decir mucho de "Un dios salvaje" (Carnage), comparto la unanimidad que provoca, a mí también me apasionó esta maquinaria ajustada a la perfección. Confesaré dos inquietudes:

1- El conflicto de financiar con el precio de la entrada a alguien que parece haber cometido un delito grave. Tengo el mismo problema con Farruquito, y sigue irresoluble, no he podido verlo aún. Supongo que tiene que ver con la flexibilidad y el perdón.

2- Dejarme llevar por el cine como espectáculo, no como espejo. El resplandor de la guionista, actrices, actores y director no me dejaron percibir mi reflejo en esa pantalla. Mi primer comentario fue "se convierten en monstruos!". Cuando se encendieron las luces la evidencia comenzó a ser muy patente, no pude demonizar al otro sino mirar dentro de mí: "nos podemos convertir en monstruos". Un ejercicio de humildad y compasión.

Creo que el budismo me ha influído más de lo que yo creía.

3 comentarios:

  1. En los setenta, los límites estaban para ser transgredidos. Había demasiados tabús, y la mayoría habían demostrado ser arcaicos, injustos y arbitrarios; algunos quizá no lo fueran, o quizá sí, pero era difícil diferenciarlos: hoy, algunas categorías nos parecen mucho más claras que entonces.
    Polanski era un artista, un hippy, un transgresor; además, era un superviviente del horror nazi, y deseaba apurar hasta las heces la copa de la vida, que había milagrosamente conservado. Se acostó con una adolescente pastillera que sabía lo que hacía y que además, alentada por sus propios padres, estaba dispuesta a todo a cambio de hacer carrera en el cine; y tuvo la mala fortuna de caer en manos de un sheriff-juez racista y reaccionario de la América profunda, que odiaba y despreciaba profundamente a los hippies, a los intelectuales, a los artistas, a los judíos y a los extranjeros: todo lo que Polanski era. No tuvo un juicio justo ni se le aplicó una ley civilizada. Quizá cometiera un acto moralmente reprobable, pero que fuese declarado culpable en aquel proceso de hace más de treinta años no le convierte en un delincuente ni en un criminal. No a mis ojos.

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  2. Gracias por tu aclaración, Jordi. Un abrazo

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  3. No es una aclaración, es una opinión solamente. Y vaya, un poco era también para que no tuvieras que sentirte culpable por gustarte las películas de Polanski. De todos modos a mí me gustan los cuentos de Borges y las novelas de Vargas Llosa, y no tienen por qué gustarme ellos como personas...
    Venga, otro abrazo para ti.

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