jueves, 22 de diciembre de 2011

Solsticio

Los árboles de navidad me dan pena, así disfrazados y tan cerca de los radiadores. Rehuyo a Papá Noel, siempre con ese aire no disimulado de farsante ajado. La iluminación navideña me parece un derroche. No me gustan los regalos de navidad ni el turrón, tampoco las comilonas ni el cava para los postres, y los villancicos rozan la tortura por aburrimiento. Sin embargo disfruto con la navidad como un niño, porque debajo del belén apolillado y toda su carga ideológica está la fiesta pagana del Solsticio de invierno: reunirse cuando hay menos luz con la gente más querida. Una norma de oro: menos luz, más amor. Tan fácil. Aparentemente.

Y si la noche no sale como pensamos, también hay más tiempo para salir fuera, a esa oscuridad tan larga, respirar el frío hondo y observar las estrellas...

No hay comentarios:

Publicar un comentario