jueves, 24 de mayo de 2012

Ciutat Flamenco 2102

El flamenco no es más que la expresión del vacío dramático y sobrecogedor que llevamos dentro. Hay mucha gente que identifica ese vacío con la muerte, yo lo siento más relacionado con la vida, y para hacerlo más llevadero urdimos todo tipo de estrategias. El flamenco es un modo creativo de torear ese agujero, tejiendo espumas alrededor de ese vacío para poder nombrarlo y expresarlo, para manejarlo sin caer en él, es la pértiga estable que usa el equilibrista sobre el alambre. 

Sintiendo ese vacío muy presente y la ausencia muy cerquita, asistí expectante a la programación del Festival Ciutat Flamenco, antes llamado Flamenco Ciutat Vella, que este año ha querido renunciar a la pureza y ha tendido a tangentes y bastardías. Para mí, buscar conexiones con el flamenco es tener en cuenta esta vacuidad florida que yace en la raíz, pero también hay quien busca divertidas similitudes formales.  

Durante estos cuatro días se han mostrado apuestas valientes, vagabundeos por lo desconocido, pero abandonar certezas y correr riesgos no basta. Sea como sea, ha sido una ocasión para empaparse de flamenco, desleído, trasplantado, tatuado o escarificado.

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