miércoles, 5 de octubre de 2011

Venecia 2011

Esta ciudad no es apropiada para visitarla en soledad. La desgana elegante de sus camareros, el viento frio que pide refugio entre dos cuerpos, la carne desmoronada de sus paredes, o el moaré deshilachado de sus canales puede provocar una nostalgia pegajosa.

Como las ancianas venerables, Venecia exhibe un carácter inmutable que evidencia sin disimulo nuestros cambios, una sinceridad ruda que no se aviene a modales y que te espera de sopetón al volver una esquina o al cruzar un puente. Ese choque te deja sin aliento, desorientado y con ganas de huir. Nada peor que huir de este laberinto, sobre todo si no se sabe nadar o guardar la ropa, hay que dejarse digerir por sus calles y esperar a ser evacuado al final del proceso. Sí, Venecia me recibió esta vez con los cristales rotos del pasado.

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