sábado, 21 de noviembre de 2009

Egipto 2006

Mi primer viaje organizado ha sido un éxito, la suavidad de deslizarse por el Nilo, cierta sensación infantil de dejarse llevar sin preocuparse por nada. Pero ceder nuestra voluntad tiene un precio: la desagradable la sensación de estar cronometrado, el sabor de final cuando apenas ha empezado la visita, como un encuentro furtivo, acumulando lugares sin tiempo para crear poso. Y el agobio de las aglomeraciones, torear con el gregarismo, sentirme una pieza más en la cadena de producción turística, ver los ojos ansiosos y vacíos de los comerciantes egipcios pasar por mí sin verme. En El Cairo tomé las riendas de nuevo y arranqué las pequeñas raíces que empezaron a surgir con el grupo de compatriotas.

Egipto se deja llevar por la sensación de eternidad y sobrevive también al turismo, nos mira hormiguear por su pasado con cierto desdén y permisividad. Desierto y fluidez del humo y el agua. La herida de Israel tan cerca, la sombra del colonialismo aún reciente. Un país para repetir a sorbos largos.


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