jueves, 21 de febrero de 2013

Albert Oehlen: Dibujos



Esta exposición de la Casa Encendida me pareció insulsa al entrar, pero sus texturas se me fueron enmarañando en los ojos, algo querían decirme y no sabía qué. Empecé a moverme errático de un dibujo a otro, escuchando nervioso, como poseído, exacerbando a la vigilante que no conocía mis intenciones. Ni yo mismo las sabía.

El dibujo es un sismógrafo que delata las sacudidas internas del dibujante. Quien dibuja, a pesar de mantener una postura exterior estática y ausente, está en plena turbulencia, canalizando hacia su mano todas las energías que se apelotonan en su interior, intentando ordenarlas en sus trazos.

El lápiz se mueve, a veces por los temblores destilados de las vísceras (corazón, hígado, criadillas, ovarios, sesos), otras el impulso lo da un convencimiento difuso o un conjunto de líneas y brillos exteriores, en ocasiones incluso es el tiempo el que toma el control. Algunos piensan que realmente es el lápiz quien se expresa, dejando el rastro negro de su alma sobre el lecho del papel.

No sé desde dónde dibuja Oehlen, pero sus dibujos fueron un detonante. Esos garabatos infantiles llenos de texturas me urgían a agarrar de nuevo el pincel, porque el embalse está rebosando dentro, y me queda menos tiempo del que imagino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario