lunes, 19 de septiembre de 2011

El Prado: Caravaggio

A veces, cuando entro en un museo
busco sentir mi pecho y mi mente expandirse.
Y a veces ocurre lo contrario, uno se siente encogerse,
hacerse una pelusa del rodapie, boquiabierto, maldiciendo.

Ese cabrón pendenciero lo volvió a hacer, me pilló desprevenido.
Esta vez fue en el Prado, con el Descendimiento.
Mis ojos como platos en un cuerpo encogido
que apenas pudo albergar los dolores habituales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario