No fue difícil descorrer la cortina del prejuicio para ver la Etiopía
real, muy pobre pero también muy viva y contemporánea. Muchas partes del país
son verdes, y la mayoría de los jóvenes hablan inglés y tienen email.
Una vez desmontados los tópicos, podemos continuar por apartar nuestra
cortina de orgullo y reconocer que ellos, pobres y abisinios, pueden ser un
ejemplo en la actualidad, como es la costumbre de comer menú vegetariano frecuentemente, cultivar huertos
urbanos en algunos jardines públicos, construir con materiales locales naturales o la educación
obligatoria en inglés para todos.
Lo que me preocupó no fue su pobreza material, sino su nacionalismo
ubicuo, aferrados a la voluble idea de patria, quizás atrincherados en ella para defenderse de otras identidades altivas, pero la nación que pretende salvarles
es la misma que me marca como “faranji”. Es contradictorio estar condenado a
ser siempre extranjero en una tierra tan acogedora.
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