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domingo, 1 de diciembre de 2013

Patricia Albajar ha muerto


La vida es pura injusticia. Creemos entender sus normas, y desde ellas construimos un orden que sólo sirve para tranquilizarnos desde la mentira. Porque el agujero negro del caos y la injusticia sigue ahí, rodeándonos, tan pancho. Sólo queda fingir que creemos en nuestra mentira y simular que nada pasa.

Patricia Albajar ha muerto. Imagino a la muerte sorprendida frente a esa mujer extraordinaria, para bien y para mal. Intensa, de facciones excesivas, de ropa excesiva, de arte excesivo. De sinceridad e inteligencia también radicales, de chispas luminosas, a veces insoportables.

Patricia haciendo equilibrios en la cuerda que une la luz con el lado oscuro, percibiendo la psicodelia de la vida sin doparse, y queriendo agarrarla. Pintó, litografió, grabó, dibujó, viajó, enseñó aquí y allá, amó y odió a los que valía la pena amar y odiar, estudió siempre curiosa, se arriesgó sin acomodarse nunca.

Patricia imparable, un salmón nadando a contracorriente fuera del agua, un guepardo inalcanzable con las uñas pintadas, un delfín juguetón con dientes de tiburón. Murió luchando y saboreando la vida hasta el último minuto.

Murió a los 45 años, injustamente, como muchas otras muertes. Repito murió, porque no me lo creo, aún con la amargura en la boca, sin poder tragármela. Murió dejándome huérfano y con la sensación de haberme quitado una de las joyas que me ha dado esta injusta vida.

jueves, 2 de mayo de 2013

Primero de mayo


Como cada año hice el esfuerzo de creer, me acerqué a escuchar viejas consignas revolucionarias que conservan un extraño olor a sacristía, megáfonos condenando el pecado capitalista y anunciando la redención. Detrás de la manifestación un equipo de limpieza barría la ideología desparramada para que nadie se manchara ni resbalara. De nuevo quería creer, pero hoy un mazazo inesperado demolió mi solar de las utopías. 


Hoy los truenos negros del azar han rugido demasiado cerca, lo grandilocuente se esfumó de improviso y la escala de mi ambición bajó a lo más básico y primario, de golpe conservar la vida era la verdadera utopía. Hoy quiero ser corazón para bombearte alegría y esperanza, verte como uno de mis esquejes, creciendo y reverdeciendo, hoy he imaginado un abrazo tuyo, sonriendo, y he pedido de nuevo por tí a mis santos. 

Sigue, por favor, hasta tu victoria, con tu pasión de siempre.

jueves, 21 de febrero de 2013

Albert Oehlen: Dibujos



Esta exposición de la Casa Encendida me pareció insulsa al entrar, pero sus texturas se me fueron enmarañando en los ojos, algo querían decirme y no sabía qué. Empecé a moverme errático de un dibujo a otro, escuchando nervioso, como poseído, exacerbando a la vigilante que no conocía mis intenciones. Ni yo mismo las sabía.

El dibujo es un sismógrafo que delata las sacudidas internas del dibujante. Quien dibuja, a pesar de mantener una postura exterior estática y ausente, está en plena turbulencia, canalizando hacia su mano todas las energías que se apelotonan en su interior, intentando ordenarlas en sus trazos.

El lápiz se mueve, a veces por los temblores destilados de las vísceras (corazón, hígado, criadillas, ovarios, sesos), otras el impulso lo da un convencimiento difuso o un conjunto de líneas y brillos exteriores, en ocasiones incluso es el tiempo el que toma el control. Algunos piensan que realmente es el lápiz quien se expresa, dejando el rastro negro de su alma sobre el lecho del papel.

No sé desde dónde dibuja Oehlen, pero sus dibujos fueron un detonante. Esos garabatos infantiles llenos de texturas me urgían a agarrar de nuevo el pincel, porque el embalse está rebosando dentro, y me queda menos tiempo del que imagino.

domingo, 16 de diciembre de 2012

50 años



Las Bodas de oro me parecían celebraciones pírricas con olor a naftalina, pero mi madre quería festejarlo, así que me resigné y los hijos empezamos a preparar la celebración, aceptando esa nueva obligación familiar.

Para reconstruir su historia rebusqué con desgana en álbumes familiares y poco a poco esas fotos acartonadas actuaron como bombas de relojería que acabaron esponjándome el pecho. Las imágenes se iban conectando entre sí, me iban relatando una vida estruendosa y feliz, exprimida día a día a base de risas y conflictos. Mi distancia era una prótesis inútil, yo también formaba parte de esa historia compartida que creció milagrosamente entre cariño y coplas, entre tensiones y secretos. Con toda la densidad de sus vidas en mis manos entendí la fuerza creadora que la familia lleva dentro, y que en el fondo hay más amor que frustración, más esfuerzo que abandono, más entrega que egoísmo, aunque nunca parecía suficiente.

Al final me sorprendí preparando su aniversario con la ilusión de padres en día de reyes. Y cincuenta años después volvieron a salir agarrados del brazo, felices y arropados por unos hijos que celebraban que llegaran a conocerse y que lucharan por seguir juntos. No quedaba mucho rastro de la pasión y no les hacía falta, ya tuvieron bastante, ahora tenían la copa rebosante de cariño destilado durante toda una vida y el placer de ver el futuro de sus hijos. Más de lo que yo quizás podré esperar del futuro.

sábado, 23 de junio de 2012

Suecia 2012: intro


Los motores de un viaje suelen ser la curiosidad y la nostalgia de lo desconocido pero a veces también  es una huida necesaria, ir hacia la luz. Cruzar el Círculo Polar Ártico y vivir en un día permanente era  una vivencia mágica que tenía pendiente. Buscar el frio y la luz.

Nunca me atrajo Suecia, es cara, políticamente correcta, de bellezas fáciles y aburridamente feliz. Sin embargo allí se ve el sol de medianoche, está Uppsala y la montaña más alta de Laponia.

Al llegar no me entretuve en ciudades, desde el aeropuerto monté en un tren hacia el Norte y desde mi litera observé el país de Ikea. Todo fan de esta tienda debería venir a Suecia para entender mejor ese modelo de diseño que surge de un territorio, y que tiene sentido allí.

El paisaje es húmedo y boscoso con casas de colores agazapadas entre tanto verdor. Amabilidad, corrección y puntualidad incluso en la naturaleza. El atardecer nórdico prende fuego a las puntas de los bosques y alarga las sombras sobre los prados, los lagos brillan matemáticos y algo tristes con esa luz que no acaba de desaparecer. 

Viajo con un sueco-turco enorme, una abuela senderista danesa y una joven pareja sueca. Todos en su sitio, todos conocen el paisaje, sólo yo, descolocado, miro por la ventana como un vaso vacío que espera ser llenado, hasta que el sueño me puede.


domingo, 3 de junio de 2012

El Niño de Elche en El Dorado

Buscamos revivir el sueño mítico, albergamos esperanzas de redención que a veces nunca llegan y sólo podemos dejarnos llevar por la corriente fría de los imprevistos, soltar las manos que se aferran y confiar en la oscuridad. Se requiere valentía para renunciar a la futilidad de lo evidente y enfrentarse a la certeza de lo desconocido e inexplicable, para dar el salto de fe. Las decisiones más irracionales a veces son las más sensatas, porque no se trata de huir de la irracionalidad, sino de enhebrarse a su brazo y aprender a fluir con ella, porque si no la vida es una masa blanda e insostenible de tan coherente.

"El loop del lumpen proletariado" de El Niño de Elche con textos de Pedro G. Romero fue una performance estrábica donde no hay que entender, sino fluir, diluyendo los recuerdos y preparándonos para el tránsito a lo desconocido. Un joven cantaor de viejos dolores, pausado y cercano, haciendo canastas con la política, la ética y la estética. Compota de guindilla parda sobre una rebanada gorda de pan, aceite de ricino perfumando copas de cristal tallado. La voz antigua del Niño de Elche me removió de arriba abajo en un momento de irrealidad (o de mayor realidad) en el que yo me sentía más que nunca la tensa frontera entre pasado y presente. Dejarme llevar por la corriente.

La sabiduría musical inexplicable de el Niño de Elche junto a la colaboración del inagotable Pedro G. Romero cuestionaron valientemente y dieron luz hablando de aprendizaje y responsabilidad común, sin vallas de autorías. Aplaudimos tanto que el cantaor nos regaló generosamente una canción cargada con postas de lirismo. No me creía una canción protesta desde Paco Ibáñez en el Olympia, aún es posible emocionar sin cambiar apenas nada, tan sólo "ser lo mucho o lo poco que seas" (J.L. Sampedro). Este Niño sabio me azuzó la jauría de las esperanzas, aunque la redención tarde en llegar. 

jueves, 3 de mayo de 2012

Emigrantes

"Hoy hace 38 años que vine a Barcelona", me dijo cogiéndome con fuerza del brazo, como para transmitirme el miedo de aquel día, para hacerme entender todo el esfuerzo de aquellos años. Ella tenía 22 años y tres criaturas bajo el brazo cuando tomó el tren que la llevó de Sevilla a Barcelona en 24 horas.

Después de chocar con la realidad de un marido irresponsable decidió dejar su pueblo para salir adelante sola con sus tres niñas de la mano. Trabajó y trabajó con alegría, tesón y el dolor de no poder disfrutar de sus hijos, a quienes, para poder verlos, se los llevaba con ella a la cocina donde trabajaba los fines de semana. Una mujer poderosa y luchadora que hizo frente a su destino hasta doblegarlo. Le bastaron 38 años. 

Ahora es una abuela venerable, un status de madurez que entra en aparente contradicción con sus ojos ilusionados y su paso enérgico. Dejó la limpieza y las cocinas hace tiempo y ahora maneja los ordenadores como si fuera una adolescente. Es mi madre adoptiva aquí, sabe cómo estoy con tan sólo mirarme, y en silencio siento que me envía la fuerza de las abuelas. Yo de mayor quiero ser como ella.

martes, 27 de marzo de 2012

Born to die

La muerte vende, se flirtea con ella en imágenes y canciones con actitud de cartón piedra. Pero cuando la muerte de verdad pasa cerca y nos sopla en el flequillo, todo parece aún más frívolo.

Hoy ha muerto Antonio, un compañero del trabajo con quien compartí un año laboral. La noticia me dejó extraviado y con la boca seca, la irrealidad de la muerte cubrió mis pies de nubes algodonosas, mi cerebro se abotargó y el corazón se volvió plomizo por miedo a correr la misma suerte. Todo parecía colgar de hilos inestables y se abrieron de golpe los apetitos más carnales, como si yo necesitase confirmar que seguía vivo.

La vida se vuelve insoportablemente frágil y recordamos que nosotros también moriremos. Prepararse para morir es una tarea cotidiana que tiene que ver con estar en paz, que la muerte no nos deje arrugados sin perdonar, temblando de arrepentimiento por lo que no hicimos, no dijimos o no abrazamos.

A Antonio le encantaba correr al volante y comer colesterol, pero su muerte fue fortuita, no por sus excesos. Al final tenía razón cuando se negaba a cambiar su dieta o a ir más despacio, aunque ya da igual quién tenía razón. Antonio, que estés en paz.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Escalada

Aún me parece oirla asustada: "¡hijo, baja de ahí! ¡no subas tan alto en el columpio!". Es cierto que todas las madres lo decían, pero la mía más y mucho antes. No es raro que para mí la escalada haya sido un asunto de huérfanos locos, gente temeraria sin una madre juiciosa que les pusiera los pies en la tierra.

Un escalador me causa tanto estupor e irrealidad como un pianista virtuoso, lleva a cabo un acto mágico lleno de energía potencial, roza la incredulidad, el vértigo y el milagro, decidí que definitivamente aquello no era para mí. A veces nuestro miedo no es nuestro, sino heredado de gente querida. Me lancé a probar si mi madre tenía razón, no fue fácil dar el paso pero como siempre la amistad es un gran motor.

La escalada es levitación con truco, detrás se monta una tramoya de seguridad y preparación que casi hace del riesgo un juego. Con cuidado y excitación aprendimos las normas básicas, los nudos mágicos, la gestualidad de reptil, insecto y lemur. Después llegó el juego de disfraces que nos convertiría en seres casi alados: un arnés que nos abrazará cariñosamente si caemos y unos dolorosos pies de gato, zapatitos de geisha para bailar de puntillas sobre la pared.

Tras practicar en tierra como gaviotas inexpertas tocaba lanzarse al cielo. Paso a paso creé una coreografía extraña, una caligrafía críptica sobre la roca definiendo voluntad y habilidad, un trabajo de calceta con la pared que iba tejiendo absorto. En este trepar no había ni locura ni huida, la cuerda atada al arnés era el cordón umbilical que me daba seguridad y me recordaba que seguía conectado a la tierra mientras me elevaba. Todo bien hasta que siento el vacío debajo, de repente me veo colgado sólo con mis dedos y oigo la vieja orden de mi madre: "Baja de ahí!". Todo cambia de golpe, el juego ha acabado, me vuelvo un niño obediente y asustado, pero mi monitor, como un diablillo insiste que siga divirtiéndome. La orden del pasado es más fuerte y me rindo saltando al vacío.

Al llegar abajo llega el arrepentimiento, el suelo parece antinatural y siento ansiedad por volver a sentir la verticalidad pero tengo que esperar, es el turno de mi compañero, me toca vivir la asombrosa experiencia de asegurarle mientras baila con la roca, cuidar de él sin que se note, ir tirando de ese cordón umbilical para que suba al cielo. Su vida está en mi mano, y él ha de confiar como yo hice antes, un lazo que une extraordinariamente. Por fin vuelvo a la pared y en el segundo intento el aplomo que me da confiar en el material y en mí mismo me permite subir hasta llegar al techo con una carcajada que se oye en todo el pabellón.

Lo siento madre, sé que lo hacías por mi bien pero esta vez no tenías razón.

viernes, 2 de marzo de 2012

Tradición consensuada

- Hijo, tú no te preocupes y reza el Padrenuestro, verás como te ayuda.
- Mamá, no creo en el Dios Padre, es patriarcal, machista, jerárquico, rencoroso y dictatorial. Mejor nos iría con una Diosa Madre.
- Pues tienes razón... ¿Y si lo cambiamos te serviría? Vamos, hijo, ayúdame.

"Madre nuestra que estás en todo
santificados sean los nombres
hágase la voluntad de todos en la tierra
y la tuya en el cielo.
Danos el pan de cada día para compartirlo,
danos fuerza y valor para perdonarnos y perdonar,
no nos dejes recaer en la tentación
ni renunciar a nosotros mismos
y líbranos del mal.
Amén".



Esto de hacer las paces con la familia tiene sus ventajas.

domingo, 26 de febrero de 2012

Barbecho

Decidí de nuevo no hacer nada el fin de semana, parar voluntariamente y disfrutar de mi soledad. "Ah! Siguiendo el decrecimiento?" me dijeron. Detenerse es tan revolucionario que se confunde con una consigna alternativa.

"Seguir una teoría": ¿No sería mejor que las teorías siguieran a las personas, que se adaptaran a nosotros, y no al contrario? Las ideas, como los Estados, tienden a ponerse por encima de las personas. Prefiero seguirme a mí mismo: "hacer lo que me apetece". Puede ser egoísta, infantil, caprichoso, incluso peligroso si surge del miedo o del ego, esa capa gruesa que esta cultura nos enseña a reforzar con los años. Hay que seguir buscando más adentro.

"Decrecimiento": qué nombre tan inapropiado para una idea tan buena! Nadie quiere decrecer, nadie piensa en menguar, a lo sumo seguimos los ciclos, nuestros ritmos. Tan antinatural es obligar al crecimiento como a no hacerlo. Prefiero llamarle vísteme despacio, ritmo lento, siesta vital o incluso barbecho. Aunque parezca contradictorio, mis épocas de barbecho llegan a ser más productivas que las de supuesta actividad.

La revolución desde dentro: detenerse y actuar desde uno mismo. Parar para rumiar la propia vida. En otras palabras, me dediqué a perrear.

jueves, 23 de febrero de 2012

Urgencias

Nos vanagloriamos de ser globales, plurales y multiculturales, pero realmente vivimos en burbujas temáticas, mundos acotados por profesiones, aficiones, edades, tendencias políticas, y aunque no seamos conscientes, también por salud.

Hoy he estado en Urgencias de un Hospital, otra de esas burbujas que crean su propia realidad. La vejez y la mala suerte concentrada entre pasillos esterilizados, quejidos apagados y carne frágil cubierta por camisolas ridículas en habitaciones blancas de puertas abiertas, como si la enfermedad no fuera lo suficientemente humillante. Sondas y vías con líquidos íntimos, sangres, flemas a la vista, fluyendo por tubos de plástico, ausencia de intimidad sin la contrapartida del consuelo, maquinalización del cuerpo, burocratización de la enfermedad. Entre tanto dolor lo primero que recordé fue la política de recortes actual.

Volví confuso a la calle, con pena inducida y alivio mezclados, con la sensación de irrealidad dentro y fuera, ningún sitio me era satisfactorio, burbujas que apenas se tocan y que incompletas distorsionan la realidad.

martes, 14 de febrero de 2012

San Valentín en la cuneta

Una prostituta de carretera me recordó que era San Valentín. Este año esquivaba esta fecha como si fuera un dardo envenenado, fingí desdén cuando siempre he sentido indiferencia, me repetía que era una fecha como cualquier otra, que a lo sumo el 14 de febrero era tan sólo el Día Internacional de las Cardiopatías Congénitas. Ejercicios de prestidigitación para despistar a la parte negativa de la mente.

Hasta que la vi. Estaba de pie en el arcén de la carretera, con minifalda y medias negras a pesar del frío, tacones sobre el polvo y gafas de sol de marca. Todo habitual excepto un detalle: la rosa roja envuelta en celofán que llevaba disimulada en la mano. Se sentía incómoda con ella, yendo y viniendo alrededor de la silla encadenada al árbol, hasta que se decidió a esconder cuidadosamente su flor tras un terraplén. Volvió a su puesto recompuesta y sin sentimientos vulnerables, preparada para el mercado laboral.

No me atreví a detenerme para saber más. Por la tarde vi a otras parejas por la ciudad con flores semejantes. Todo el mundo queriendo ser amado, queriendo sentir amor, o al menos simulándolo. Comparadas con aquella flor escondida, estas flores exhibidas perdían fuerza. Aquella mujer en la cuneta y su rosa cuidadosamente guardada me venían todo el rato a la cabeza.

¿Qué historia guarda esa flor? ¿Quién se la regaló? ¿Ella le corresponde? ¿Por qué la escondía? ¿Porqué tanto pudor para el amor y tanto exhibicionismo para el sexo? ¿El amor espanta a los clientes? ¿O la guardaba por intimidad? ¿Por qué las otras mujeres no guardaban su rosa? No paré de hacerme preguntas toda esa tarde.

sábado, 4 de febrero de 2012

Contact impro

Estoy convencido que el cuerpo tiene su propia sabiduría y necesita espacio para expresarse, para reconectar cuerpo y mente, para recordar lo que éramos en origen. Ramón Roig y Ester Forment son dos guías capaces de despertar esos saberes que permanecen dormidos dentro de nosotros. Pura lección de vida disfrazada de danza.

"El suelo está vivo, acariciadlo con los pies como si fuera el lomo de una ballena".

"El contacto físico con otra persona es una puerta que nos conecta con su respiración, sus emociones. Daros tiempo para entrar en ellas, de sentirlas, de leer esa información y que esa persona lea la nuestra".

"Interactuad, no juzguéis, simplemente observad qué ocurre".

"La palabra abre la puerta a la discusión, dejad mejor que hablen vuestros cuerpos".

"El diálogo sólo surge cuando confiamos, cuando damos peso al otro y el otro nos da su peso, cuando notamos su presencia y él nota la nuestra".

"Todo surge de vuestro centro y sólo a partir de ahí podéis encontrar un nuevo centro de gravedad compartido, un equilibrio entre vosotros y la otra persona".

"Recordad: el que cede gana".

"Ceded, entregaos, confiad en el otro pero no os abandonéis, tenéis una responsabilidad sobre vosotros mismos. Y si os abandonáis al otro tendréis que asumir el riesgo, lo que ocurra entonces es vuestra responsabilidad, no de vuestra pareja".

"Renunciad a vuestro deseo, sois el instrumento para que el otro pueda ser libre, para que vuestra pareja pueda bailar y expresarse libremente".

"Si algo no funciona, no penséis que es culpa de la otra persona. No es que ella lo ha hecho mal, que no nos ha dado bien, más bien es que nosotros no hemos recibido bien".


El que cede gana. La revolucionaria sabiduría del cuerpo.

sábado, 31 de diciembre de 2011

2012


Cada año el nuevo ritual, volver a empezar,
mirar adelante sonriendo y seguir el ritmo de la vida.
Nuevos deseos que esconden los mismos anhelos,
con la esperanza de disfrutar de la luz
y de las sombras.
Feliz año.

martes, 27 de diciembre de 2011

Madrid nostálgico

Me duele pasear por una Puerta del Sol mortecina, llena de estatuas vivientes, unas inmóviles pidiendo dinero, otras mirando y gastándolo. Duele recordar que hace seis meses aquí mismo se abrió un espacio lleno de movimiento e imaginación.

Me duele acercarme a la plaza de las Descalzas, donde hace poco tiempo se discutía abiertamente sobre cómo dar voz a todo el mundo. Ahora sólo hablan los autómatas de Cortilandia, el resto es espectador callado, encadenados a sus compras.

Duele recordar las revoluciones rusas de hace un siglo en la exposición de la Casa Encendida, tanto por hacer y tanto perdido, tantos sueños y tantas muertes.

Duele sentir las ausencias en una menguante mesa de navidad, que milagrosamente se fue creciendo con una "odontología" de cante flamenco, caracoleo de recuerdos familiares.

Tanto recordar y olvidé que la nostalgia es uno de los efectos secundarios de estos días.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Solsticio

Los árboles de navidad me dan pena, así disfrazados y tan cerca de los radiadores. Rehuyo a Papá Noel, siempre con ese aire no disimulado de farsante ajado. La iluminación navideña me parece un derroche. No me gustan los regalos de navidad ni el turrón, tampoco las comilonas ni el cava para los postres, y los villancicos rozan la tortura por aburrimiento. Sin embargo disfruto con la navidad como un niño, porque debajo del belén apolillado y toda su carga ideológica está la fiesta pagana del Solsticio de invierno: reunirse cuando hay menos luz con la gente más querida. Una norma de oro: menos luz, más amor. Tan fácil. Aparentemente.

Y si la noche no sale como pensamos, también hay más tiempo para salir fuera, a esa oscuridad tan larga, respirar el frío hondo y observar las estrellas...

miércoles, 5 de octubre de 2011

Venecia 2011

Esta ciudad no es apropiada para visitarla en soledad. La desgana elegante de sus camareros, el viento frio que pide refugio entre dos cuerpos, la carne desmoronada de sus paredes, o el moaré deshilachado de sus canales puede provocar una nostalgia pegajosa.

Como las ancianas venerables, Venecia exhibe un carácter inmutable que evidencia sin disimulo nuestros cambios, una sinceridad ruda que no se aviene a modales y que te espera de sopetón al volver una esquina o al cruzar un puente. Ese choque te deja sin aliento, desorientado y con ganas de huir. Nada peor que huir de este laberinto, sobre todo si no se sabe nadar o guardar la ropa, hay que dejarse digerir por sus calles y esperar a ser evacuado al final del proceso. Sí, Venecia me recibió esta vez con los cristales rotos del pasado.