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sábado, 22 de diciembre de 2012

La isla del tesoro: Arte británico



Albión es buena en los negocios, pero no en la pintura, demasiado pragmática y encorsetada, no es extraño que los grandes fogonazos de esplendor en esta exposición de la Fundación March no sean británicos. De estas obras estáticas, sedosas pero algo insulsas se escabulle la pintura sublime de Francis Bacon, Blake o el último Turner, y las tibias excepciones de Lawrence, Sargent y sobre todo Whistler y Freud, lejos de esa pose, rozando el escalofrío.

Si renunciamos a la estética y la mística, la pintura británica es un fascinante reflejo de su sociedad, los amplios escotes de piel lechosa, los encajes almidonados, el terciopelo y la seda rozando el brillo de vasijas orientales, sueños californianos detenidos en piscinas solitarias.

Al final acabé jugando con la vegetación que saltaba de cuadro en cuadro por toda la exposición, del bosque ventoso de Constable a la granada prerrafaelita, del solemne roble de la Exposición Universal a la vaporosa arboleda tras Lytton Strachey.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Londres 2009

Londres es buen sitio para estrenarse en el arte de viajar, pero poco apropiado cuando uno ya tiene polvo en la mochila y el ojo entrenado en exotismo. Aún no lo había visitado, siempre encontraba destinos más atractivos y baratos, pero no podía aplazarlo por más tiempo.

Me encontré una ciudad orgullosa, encorsetada, esclereotizada y mitificada, una capital decadente que mantiene las formas en su lento declive y que, como el resto de ciudades europeas, se aferra a una identidad tópica y reconocible, aunque no se ajuste a la realidad. A estas alturas de la globalidad, su carácter de metrópoli ya no es tan intenso ni sorprende, su cosmopolitismo es rutinario, su urbanismo un mero recuerdo de la época pop, su actividad cultural parece discreta. Me pareció un dinosaurio cansado. O quizás es que me hablaron demasiado bien cuando aún era joven e impresionable.