jueves, 2 de febrero de 2012

Duelo en el Liceu

Oír seguidas dos obras que compitieron en la Viena del siglo XVIII fue un lujo inusual que ofreció el Liceu: la desconocida "Il burbero di buon cuore" de Vicente Martín y Soler frente a la clásica "Le nozze di Figaro" de Wolfgang Amadeus Mozart.

Pensé que habría una abismal diferencia entre la obra de un genio y la de un desconocido, pero sorprendentemente ambas obras tienen rasgos muy similares, y aunque Mozart sigue resplandeciendo, su brillante cutícula divina se resquebraja: me imagino a un joven ambicioso luchando por el éxito, embarrado en un mundo competitivo, aportando toques de genialidad entre los acordes de moda. No dejo de preguntarme si Mozart no será otro enano sobre hombros de gigantes.

Los retratos sociales de esa época también coinciden: ambas obras caricaturizan la decadencia de la rígida jerarquía patriarcal absolutista, sin llegar a cuestionarla abiertamente, más bien muestra fisuras que aprovecha una nueva clase social, burguesa y cortesana que con mano izquierda sabe obtener sus deseos y llevar al poder hacia su terreno.

En ambas obras la mujer es retratada llena de vida, son motores de acción, disfrutando de una energía, alegría y autonomía que desaparecerá en las obras del siglo XIX, y se volverá atormentada o malvada en el siglo XX. En este momento se la sugiere sorprendentemente adaptada, con discreto ingenio y energía para obtener sus deseos con inteligencia, pero aún en desigualdad.

Afirman que el arte es el termómetro de la sociedad de su época, capaz de captar su espíritu. En ambas obras la autoridad patriarcal es acatada en las formas, pero en el fondo su prole empieza a subírsele a las barbas. Tres años después en Francia se tomará la Bastilla.

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