Este festival anual es un motivo de excitación y curiosidad, su calidad cada año es cada vez más impresionante, una sobredosis de placer gratuito. Me sobrecogió el ritmo espasmódico de la Compañía Lachky, la maquinalidad y sensualidad manierista de Itamar Serussi, el humor y desamor de Bazin/Antelo, la compenetración expresiva de Yadi/Cantillon, la ironía acrobática de IETO, la sensualidad tenebrosa de Kaiori Ito, la energía imaginativa y cercana de Sol Picó y como siempre el surrealismo doloroso de Israel Galván. Demasiada generosidad a la que no se sabe cómo corresponder, gracias por compartir esa belleza y por creer en las utopías.
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