Hubo un tiempo en el que lo grande y espectacular era lo importante, no lo mucho que nos ensanchara la conciencia o la imaginación, y así lo faraónico acababa enterrando la idea. Disponer de enormes recursos y de una imaginación estrecha fueron símbolos de prosperidad.
En
las exposiciones actuales del Caixafórum Barcelona hay dos piezas que niegan el anterior paradigma. Cada una tiene su estilo y evocaciones propias, pero ambas
comparten el gusto por lo pequeño, y las dos se expanden invisibles en el espacio y los
cerebros, ambas están mágicamente conectadas a distancia. No puedo evitar relacionarlas con este momento, crisis parece
equivaler a menos recursos y más imaginación expandiéndose.
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