viernes, 21 de mayo de 2010

Campeones: la barbarie camuflada

Oigo un recital de poesía neoyorkina, vanidosa y salvaje, sin más valor que la actitud.

Fuera el Barça ha ganado algo, y un hormigueo de gente uniformada lo celebra en las aceras y las calles llenas de claxons, petardos y gritos compartidos. Recuerdo el entusiasmo y la felicidad coordinada de las imágenes de los principios y fines de guerras.

“Quisiera ser un f 16 para poder bombardear Madrid” El recuerdo de bombardeos me eriza la columna vertebral. Demostraciones de fuerza bruta al borde de la desmesura, agitando banderas, gritando, Orgullo, fanfarronería, agresividad que cualquier psicólogo asociaría con un ego herido. Sobrecoge el ronroneo de la máquina social que se ha desparramado por Barcelona. Abruma el frenesí espasmódico, con tal violencia que hacía temblar las vísceras. Gritaban con los puños en alto, una acusación silenciosa hacia la capital. Necesitamos enemigos, parece intrínseco a nuestra sociedad, al grupo. Un exogrupo enemigo para cohesionar el endogrupo.


Hasta hace bien poco, lo añorado era la igualdad. Ahora se ansía ser el mejor. Qué tipo de sociedad esquizofrénica impulsa a la solidaridad y a la competitividad? Yo no quiero ser mejor que nadie, no quiero ir contra nadie. Quiero sentirme cerca del mundo, no sólo de una parte.



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